No le
preocupaba entender el origen de los tiempos, sus misterios ni supuestas
verdades revelando el absoluto final de la existencia.
¡Conocía
todos los secretos!; secretos inherentes a su propia vida grabados con fuegos
voluptuosos, en eternos retornos de periodos cíclicos repetidos una, y otra, y
otra vez..
¡Cómo
importarle si vivía aciagos finales 365 días al año, renaciendo nuevamente en
cada amanecer!
Aunque
mañana no despertara, en su caótico y destructivo universo, una nueva semilla
habría de germinar.
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