Malaventurados los días
y
las noches despobladas de sueños.
En el horizonte, solo la bruma,
la bruma sin espacio, sin tiempo.
Navegué por mis rios
Braceé por mis venas,
afondé en mis oscuridades
abismé en la cima y la llamé.
Solo ella, la niña, mi niña
interior
que encontré agazapada
prisionera de mis miedos
en el fondo de mi mar
me tendió la mano, ofrendó sus
globos
pletóricos de color, de
esperanzas, de valor
y entonces si, me elevé por mil caminos;
entonces si,
sin viento, sin alas,
sin pompas de jabón
ni burbujas dibujadas en hojas de
papel
aprendi a volar.
Aprendi a volar.
Tal vez quieras oirlo
Aprendí a volar
Cristina Leiva. Cris, Lacarancha