Alguien me contó



Alguien me contó que escondido de miradas curiosas detrás de las coloridas flores de glicinas trepando el muro, un cartel que rezaba: “Susurrando  - bar " invitaba a entrar. Y hacia allí fui.

Al encontrarlo me asomé con dudas solo a la entrada para mirar.

Parecía ser el lugar tranquilo donde descansar, tomar un trago, transportarse saliendo de uno mismo.

 Yo necesitaba de vez en cuando ese descanso reparador como el que sospechaba obtendría al entrar así que dejé de lado mis pruritos y atravesé el umbral.

Me sorprendió gratamente la  totémica intimidad que se respiraba: penumbra…Blues… saxo apoyado sobre la silla… fotografías antiguas en la pared.

Un  dulzón aroma a canela inundaba  el ambiente y el son de” i’excessive “ invitaba al romance en que se encontraba aquella parejita de enamorados.

Me ubiqué  en la mesa más alejada, donde pudiera observar todo sin llamar la atención.

Pedí un trago y comencé a relajarme, a sentir toda la calma y  sosiego que me transmitía este lugar tan cálido y extraño.

En silencio me ganó la lasitud meciéndome en un letargo suave, incitante, como si mil pétalos de rosas me acariciaran el rostro dibujando sonrisas de placer y fue entonces que mi espíritu se hizo finito, finito, que sentí que salía de mi cuerpo, elevándome.

De pronto un estruendo seguido de una fuerte luz que contrastaba con la habitual penumbra de Susurrando bar nos sorprendió a todos los presentes, que ante esa repentina e inexplicable explosión sónica, misteriosamente,  respondimos abandonando juntos nuestras figuras humanas remontándonos al infinito.

Algunas cosas se borraron de mi recuerdo consiente pero alguien me contó que fuimos circunstanciales compañeros en este extraño viaje.

Alguien me contó también  que ya no éramos, ni hombres ni mujeres... ni altos ni bajos ni gordos ni flacos ni lindos ni feos ni viejos ni jóvenes, éramos...sólo mentes.

Mentes en acción poblando el universo.
Mentes  nuevas, remozadas, viejas, sabias oscuras sádicas chiquitas abiertas ácidas lascivas,  enormes, soberbias, simples, ingenuas, retorcidas intolerantes cerradas, iluminadas, fusionadas todas en una, amando, amándose, dejándose amar, comprendiendo que no hay ni espacio  ni tiempo ni vacío. Que todo es uno, que uno es todo iluminando el  cosmos con  poderosa fuerza.

El sonido de las bocinas del tren, único referente del paso del tiempo me sacó de ese trance íntimo y emotivo en que me encontraba.

Una sensación muy cálida, un cosquilleo en el corazón  me hacían notar que ya no era la misma. Que había vuelto a sentir.


Zaz - La Vie En Rose


Alguien me contó
Ceistina L. Leiva - Cris, Lacarancha



Margarita

La levantó del piso y tomándola entre sus manos totalmente enamorado le dijo:

- Ay mi amor, cuanto te amo. Serás mía toda la vida, mía y de nadie más. Me quieres verdad? Le preguntó.

- Me quieres Me quieres Me quieres.!!!
Solo un tenue crujido de dolor respondía sus preguntas.

- Si si si. Me quieres Me quieres. Yo lo sé. Eres mía, solo mía y de nadie más. Le decía mientras arrancaba su último, dolorido, asustado, pálido pétalo…

Margarita, tan blanca, tan nívea tan sola quedó incrustada en la calzada dejando en el cemento el sello de todas sus cicatrices, desgarradas huellas de cientos de Margaritas que como a ella a lo largo de la historia, les arrancaron la vida dejando solo la impronta de largas cadenas de ADN bordando lágrimas de mujeres de cristal


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Margarita
Cristina Leiva - Cris - Lacarancha