La ultima caracola

Aunque es invierno y pese al frio viento que acaricia su rostro, se sienta en la solitaria playa frente al pacífico contemplando el mar admirando, plácida y serena, el asedio de las olas que arremolinadas, besan sus pies y se retiran, dejándole de regalo la última caracola.

La recoge, la acerca a su oído y escucha el oleaje emocionado que le cuenta historias de tiempos remotos, le habla de su furia, le habla de su paz, de su amor por la luna, de sus baños de lluvia, de sus sueños de mar.

Y ella lo entiende. Lo comprende como nadie y se deja seducir.

El, con un excitante susurro la atrae hacia si invitándola a penetrarlo en un desesperado acto de desenfrenada pasión.

Ella accede y se interna en él, perteneciéndole definitivamente.

La caracola, sola sobre la arena, única testigo de esta sensual unión, ofrenda al sol su brillo nacarado, y se sonroja.

La última caracola
Cristina Leiva - Cris, Lacarancha



Pañuelitos



Mi alma tiene cicatrices de pañuelos blancos


Pañuelitos
Cristina Leiva - Cris, Lacarancha


Perfil de un ilusionador

Nuestras letras se atraen se buscan
se dañan se enamoran
se fusionan se lastiman
se entrelazan se anudan se penetran
se besan se extrañan
hasta que las tuyas olvidan
del tomarse de las manos
de dejar huellas en la arena
de nuestros pies desnudos,
se olvidan del sol que nos abraza juntos,
del baile prometido, íntimo y contenido
al son de un blues,
de ese silencio especial que preludia
mil besos prolongados, profundos, ávidos,
cuando exploras mi boca y yo la tuya,
del perderse en las miradas,
de las íntimas confesiones en la penumbra
de aquel rincón alejado del mundo,
de la emoción de romper en llanto
con tu cuerpo unido al mío,
de ese intenso abrazo
de la complicidad ante una travesura,
del compartir un mate amargo
bajo la sombra de un paraíso
del perfume de los azahares en flor
que perturban los sentidos.


Mientras mis letras se queman
en un vano fuego esperanzado
quedado convertidas en cenizas
en silencio en soledad
en tristeza en llanto en la nada,
las tuyas, las tuyas se alejan...
se pierden...se van...
para seguir siendo tú, como siempre,
un ilusionador.

Perfil de un ilusionador
Cristina Leiva - Cris, Lacarancha

Enamorada


En la más íntima sensualidad
con que ese abrazo nos entibia el cuerpo
desde la punta de los dedos entrelazados de nuestros pies
que se abren como mil pétalos de flores de loto
hasta el punto más central de la coronilla,
me elevo, salgo de mi,
me confundo y me fundo en el fuego
de mi alma enamorada,
en ese calor intenso y picante que me abrasa
llegando lentamente a la dulce pequeña gran muerte
de la que ya no regresaré.

Aun no lo sabes, pero después de la petite mort
mi espíritu fusionado al universo
solo existe en los rayos de sol con que te envuelve
Enamorada
Cristina Leiva - Cris, Lacarancha


Mi universo


Caigo desde la alta cima y mientras llego al fondo, más allá del dolor y del miedo, en mis sienes resuenan oboes y en mi espíritu, la duda.

Así como en un festival de cortos pasan ante mí los momentos más trascendentes de mi vida y comprendo al fin, que la valoración de los sucesos que me impactaron es subjetiva.

Que hay minutos eternos que parecen horas y horas que se esfuman en segundos.

Que hay cercanías que te alejan millas y distancias que te acercan tan solo con el latir del corazón.

Que las ausencias no siempre son eternas y las tristezas pueden ser efímeras.

Que la pasión se compara a una burbuja y el amor al mar.

Que las distancias pueden estar vestidas de  verde y las relaciones más cercanas pobladas de fantasmas y de frío.

Que la compañía se puede medir con comprensión
y la soledad puede ser de a dos.

 Que el universo vive en mis ojos y que mi cuerpo es el universo.

MACRO Y MICRO COSMO / STUNNING VIEWS:
 From Earth to Universe and back again
Mi universo
Cristina Leiva - Cris, Lacarancha



Sentir miedo

¿Has sentido miedo alguna vez?... pregunto por ese miedo real, intenso, que te corta la respiración, ese miedo que te congela la sangre.

¿Sabés de verdad lo que es el miedo?

El miedo para mí, no es estar en mi cuarto e imaginar figuras de monstruos que toman vida desde la tenue vislumbre que entra por mi ventana.

El miedo, para mí, no son las siniestras sombras que pinta la luna entre las hojas de los árboles que  erguidos, custodian las almas que habitan esas calles solitarias y silenciosas.

El miedo, para mí, no es destaparme los pies mientras duermo, ni sacarlos fuera de la cama durante la noche y tener la sensación, el presentimiento de que alguien o algo, no sé qué, los atrapará.

No.

El miedo para mí, el que siento el que huelo el que respiro el que me aterroriza y paraliza el corazón, es el que tengo ante el silencio absoluto en total soledad cuando él se me acerca y nadie nadie nadie puede percibir el pánico que mi rostro expresa, ni ver el precipicio que avizoran mis ojos, ni escuchar el mudo aullido de mi garganta.

El miedo para mi es ese ¡Puta! que perfora mis oídos hasta estallarlos en mil pedazos.

El miedo para mi es sentir su peso sobre mi cuerpo y que con sus manos abra mis piernas y mi vulva, y entre dentro de mi.

El miedo… el miedo para mí, es el sonido sibilante de su cinturón cuando se estrella en mi espalda desnuda, el golpe que cruza mi rostro con su puño cerrado y  aprieta con fuerza mis mejillas abriendo mi boca enfrente de la suya introduciendo su lengua enervada y oscura… tan oscura como la sangre coagulada que… después de mi mordida,  y el golpe en la cabeza que le di con aquella nudillera de acero que  por un piadoso milagro pude quitar de su bolsillo buscando desesperadamente, a ciegas, defenderme, dibujara un siniestro sendero entre su boca y mis pechos, entre su violencia y mi  profanación.

Lo maté y quedé allí, a su lado. Muda. Quieta. Sorda. Mirando a la nada.

Miedo es el que sentí cuando aquella jueza mirándome a los ojos con su sonrisa tan helada y siniestra como la muerte, preguntó

–“¿Cerró bien las piernas? ¿Cerró toda la parte de los órganos femeninos?”

Miedo es el que sentí cuando me di cuenta de que mi universo era oscuro y profundo… y abría sus fauces… y me tragaba.

Relato ficticio creado desde la indignación e impotencia después de leer en “La Izquierda Diario – digital”
[¿Cerró bien las piernas?…
Esa fue la pregunta de la jueza de Violencia de género de Vitoria a una víctima de agresiones sexuales. La asociación Clara Campoamor denuncia a la magistrada por tratar ofensiva e indignamente a la mujer.
Durante el interrogatorio, que fue grabado en vídeo, la jueza María del Carmen Molina Mansilla preguntó en varias ocasiones a la víctima si había opuesto resistencia a las agresiones, planteándole directamente “¿Cerró bien las piernas?, ¿Cerró toda la parte de los órganos femeninos?" Preguntas fuera de lugar que culpabilizan a la mujer de no hacer lo suficiente para impedir la violación.
La humillación, la desprotección y un largo proceso judicial son algunas de las causas por las que muchas mujeres víctimas de agresión o maltrato deciden no denunciar porque vuelven a convertirse en víctimas, en esta ocasión de la violencia institucional. -  2 de marzo 2016


Sentir miedo
Cristina Leiva - Cris, Lacarancha


Loas a mi gato - Custodiando los rayos de la luna


En las cálidas tardecitas de verano, con cada ocaso del sol, sube presuroso a los tejados y desde allí espera, ansioso, su llegada.

Selene lo sabe y coqueta, se hace desear. 

El pasa noches enteras custodiando los rayos de la luna mientras su sequito de estrellas resplandece mucho más bordando el azul cristalino de ese cielo nocturno que la rodea.

Ella, agradecida por su enamorada custodia le regala desde lo alto, una ilusión.
 Se convierte, solo para él, en un enorme ovillo de hebras blancas, sedosas y brillantes y lo invita a jugar.

Loas a mi gato 


Custodiando los rayos de la luna 
 Cristina Leiva -  Cris, Lacarancha