La libertad de Adán


En la eternidad de ese instante, las sombras no existían; sin embargo él, flotando por el solitario camino, avanzaba lentamente arrastrando no solo la punta de la sabana roja como su sangre derramada, sino también los gruesos eslabones, rotos ya, de las cadenas que sujetaron sus muñecas en aquel mundo que prefería, como los tres monos sabios, no mirar, no escuchar, no hablar de las injusticias, rindiéndose  al sistema y a una falsa moralidad que teñía de indiferencia toda la sociedad.

En su recorrido hacia el destello que se divisaba al final del sendero, en actitud de devota pasión, con su capucha inclinada y las palmas de sus manos unidas con unción, repetía: ¡Manú... Manú ...  Manés... Manés...!

Y al acercarse a la luz, Adán, en su muerte, conocía, al fin, la verdadera libertad...

glosario: Manes: seg. relig. indues y egipcias, alma o sombra de los muertos
Manú: según mitologia. Induista es el primer hombre y padre de todas las generaciones , es el nombre del primer humano, el primer rey de la Tierra. El nombre Manu es posible que provenga del sánscrito «मानस» (manas), cuyo significado literal es “mente”

La libertad de Adán
Cristina Leiva - Cris, Lacarancha

Ronda de los jueves



Huellas en  la acera…

                                      Cicatrices del alma


Ronda de los jueves 

Texto y fotografía de mi autoria.
Cristina Leiva - Cris. Lacarancha

Apología de la palabra


La palabra muerde o acaricia, la palabra une o desune. Es arma mortal  o pacificadora, es hielo o fuego, es golpe o abrazo, es calumnia o testimonio. La palabra es monólogo o diálogo… la palabra es poesía y la poesía habita, mis queridos amigos lectores, hasta en ese vocablo pequeñito que escapa de nuestros pensamientos pretendiendo que lo atrapes.

Comprendo esto. Así lo siento y creo y para confirmarlo cierro los ojos  y veo en mi mano un paquetito pequeño, atractivo, misterioso, envuelto en un papel metalizado naranja con dibujos primaverales como el más apetitoso caramelo de miel.

Lo desenvuelvo lentamente y descubro que guardaba… una palabra… Flor.

La tomo con mis manos con sorpresa. Es tan hermosa… arrullo cada una de sus letra con una dulce canción;  la acerco a mi rostro y ella acaricia mis mejillas, la huelo, la respiro profundo. En mis pulmones entra un aire fresco y el ambiente se inunda del aroma a nomeolvides y margaritas.
Esa palabra, Flor, es poesía.

Algunas palabras que escucho en este momento me dan miedo; otras, sentencian verdades que no quise ver, pero cuando con alegría desenvuelvo otro paquetito, esta vez en papel verde e inconscientemente la llevo a mi boca… mmmmm… ¡Que rica!… la saboreo, juego con esta deliciosa palabra que se enrosca en mi lengua, que  se ríe en mi paladar haciéndome cosquillas y entonces de mí brotan notas musicales, mariposas, sueños.

Esa palabra con sabor a mentitas de chocolate, es Amor y Amor, es poesía.

En mis pensamientos se agolpan muchas otras, demasiadas palabras que están allí, sueltas, sin control, pujando por escaparse de mi mente y plasmarse en mis letras o salir de mi boca y volar por el aire como las mariposas hasta que alguien descubra su belleza, las recoja y vuelva a entregarlas como una ofrenda al universo.
Apología de la palabra 
Cristina Leiva - Cris, Lacarancha

Evocación


Todas las mañanas al despertar, reflexiono.

Tomo conciencia de la importancia de tener el privilegio de recordar manteniendo mi memoria fresca, viva en mi mente, en mis pensamientos, para aprender, para no permitir, para ver, para accionar a tiempo y es entonces, cuando entrecierro mis ojos para agradecer este valor que me fue ofrendado al nacer, que escucho aquellas voces chiquitas que atravesaron mil kalpas de conciencia para recordarme una vez más que un día funesto, hace mucho tiempo, hubo un dios que procedió a crear los grandes monstruos marinos y todo ser moviente en el mundo, pero como uno de ellos era el más despreciable de todos, el mismo mar lo rechazó y en un estruendosa manifestación lo escupió sobre la costa dando origen a un dictador.

 Y vos… ¿Te acordás?
Evocación
Cristina Leiva - Cris. Lacarancha

Amor en blanco y negro


Ella, decolorada en su presente, decidió atravesar el túnel del tiempo y se encontró con él, en blanco y negro.

Se miraron a los ojos e inmediatamente su antigua historia pareció renacer. Ambos, desorientados, sin entender claramente lo que sucedía, escucharon el palpitar de sus corazones y perdidos en la inconsciencia del tiempo transcurrido, se acercaron… sin palabras.

Sus bocas, anhelando el beso tantos años postergado, se aproximaron.

El atrajo la lengua de ella hacia sí, succionándola con fruición, hasta sentir que la desgarraba. Ella, encendida, recorrió el techo de su paladar masticando también la lengua de él hasta saberla completamente dentro de sí.

Se lastimaron con intenso placer… se deglutieron uno al otro.

La sangre brotó dulce y caliente, deslizándose sobre sus cuerpos convertidos en vivo fuego quemando sus entrañas, por momentos con infinita furia, por otros, con intensa suavidad.
Lentamente, esa hoguera fue calmando, extinguiéndose en lasitud, en agua mansa, en aroma a canela, en sabor a chocolate, en blues, en paz.

Ella volvió a su presente, con color.

Él quedó allá, del otro lado del túnel, en blanco y negro.

Amor en blanco y negro
Cristina Leiva - Cris,  Lacarancha


! Hoy a mi me dijeron hermosa !

Los recuerdos se acumulan al compás de un allegretto vivace de Franz Listz que escucho cerrando los ojos e imaginando el regreso a mi infancia a través de un sutil túnel del tiempo al que recurro con melancolía, añorando el pasado, viéndome de niña saltando, cortando flores, cantando...  recitando con voz dulce y serena aquel poema de Juana de ibarbourou, "la higuera", y sin entender mucho el significado real de esos versos pero intuyendo la tristeza.

“Porque es áspera y fea,

porque todas sus ramas son grises,
yo le tengo piedad a la higuera...”

y luego me veo  creciendo, enamorándome, oliendo el perfume de los naranjos callejeros cubiertos de azahares que adornan las veredas tucumanas, dándole a las cálidas noches de primavera un romántico marco junto a la luna, que cómplice, ilumina muy tenue ese primer beso robado en la nocturna intimidad cuando él me susurra al oído un " te quiero " muy quedo, muy suave,  haciéndome sonrojar... y regreso a mi presente con una sensación de indescriptible emoción, con una enorme tibieza en el corazón, sintiéndome feliz y entonces si, repentinamente, comprendo totalmente el sentido de esos versos que tantas veces recitara en aquellos tiempos y que me tocaran el alma, sin saber por qué:

“...Y tal vez, a la noche,

cuando el viento abanique su copa,
embriagada de gozo le cuente:
¡Hoy a mí me dijeron hermosa!”


! Hoy a mi me dijeron hermosa !
Cristina Leiva - Cris, Lacarancha

Arthur Rubinstein - Franz Liszt, Piano Concerto, No. 1 - Allegretto vivace - Allegro animato

Como la sabiduría de las águilas

Un día despertó. Se incorporó y miro a su alrededor. Solo vio sentimientos ocres… acciones perversas y una tierra llena de ilusiones que se perdía muy lejos, por largos y sinuosos caminos que bordeaban paisajes plagados de vivencias tristes, dolorosas, desgarradoras.

Sabía que para caminarlos debía hablar con el viento, contarle sus secretos más profundos e íntimos, pero temía  que ahora, al abrir sus ojos, después de tanto tiempo sin querer ver, despertaran también sus recuerdos más antiguos que mantenía en su corazón resguardados por 2 poderosos perros de fu y que la habían marcado tanto.

En un rapto de gran coraje, después un profundo  suspiro hizo surgir de sus entrañas una gran determinación que cambiaría su vida para siempre: decidió transformarse en un águila, y tomo como ellas, la decisión más difícil que pudiera imaginar. Hacerse cargo de sí.

Comenzó a levantar el vuelo lentamente. El aire acariciaba su rostro, el rocío humedecía su piel abriendo todos los poros de sus células. Y desde allá... en lo alto, pudo ver todos los caminos que la llevarían al sol.

Se miró a sí misma y descubrió que sus uñas eran quebradizas, sin forma, que su boca tenía un rictus amargo y que su sonrisa no existía. Las comisuras de sus labios siempre curvadas hacia abajo y, lo más importante, que en ese nuevo andar como águila, el grueso y opaco plumaje de sus alas recién estrenadas estaban tan envejecidas como su propia alma, como su misma historia haciendo su vuelo penoso, lento, muy cansador.

Comprendió que solo tenía 2 opciones: morir simplemente, sin ofrecer resistencia, entregándose mansamente a ese destino supuestamente predeterminado o luchar con fuerzas, con todas sus garras, su furia,  su rebeldía, su energía volviendo a nacer en esta misma vida, renovándose en una nueva y prolongada existencia, resurgiendo desde dentro de su alma, demostrándose que se puede.

 Enfrentó un proceso muy penoso de resurgimiento, con 3 años de absoluta soledad en la cima más alta  de una montaña, a solas con su cuerpo, con su espíritu revolucionado, con sus oscuros 
recuerdos, con sus inconfesadas ilusiones,  con sus cobardías… con todos sus temores escondidos.

Descanso unos días. El viento se apiadó y se transformó en brisa que acariciaba sus heridas intentando cicatrizarlas con un suave soplo de misericordia.

Con sus pocas fuerzas recuperadas, comenzó a golpearse contra las piedras hasta desangrar, hasta que se quedó sin labios… sin dientes… sin lengua… sin gritos… sin lágrimas…

Y esperó. Esperó hasta una mañana, comenzó a lucir una hermosa sonrisa nueva y fresca que iluminaba su rostro y con  sus firmes dientes, blancos y fuertes, desprendió sus uñas una a una… y cuando ellas estuvieron largas, redondas y rosadas, se sacudió fuertemente tirando lejos de ella, montaña abajo, toda su antigua vida, y retirando con sus propias manos sus viejas plumas cargadas de miedos, de  cobardía, de vergüenza y se  esculpió alas nuevas, resistentes, pintadas de los brillantes colores del coraje y la pasión.

Levantó  nuevamente su vuelo dispuesta a vivir mucho años más, disfrutando del mundo, de la vida, de rosas en su pelo, de mariposas en su corazón, de satisfacción en su alma por saber que pudo y que era la dueña y hacedora de esta nueva existencia.

Por fin, era libre de su pasado, miraba hacia adelante y  tenía la certeza de que jamás, jamás, volvería a claudicar.

Como la sabiduría de las águilas
Cristina Leiva - Cris, Lacarancha

Aprender a volar

Sin viento ni alas aprendí a volar

Aprender a volar
Cristina Leiva - Cris, Lacarancha

Canto a mi primavera

¿Es acaso primavera?
tuquitos, jazmines

naranjos en flor
engalanan la ciudad
de mi Tucumán.



Todo me habla de tu presencia:
Los cerezos en flor
que me cuentan que llegaste
floreciente y perfumada
y aquel Jazmín del cielo
que agradece el riego
floreciendo más y más,
y las glicinas lilas
que trepan por el muro
buscando el sol
y las blancas
que caen como el agua
de la cascada
simulando el velo de una novia pudorosa
en su primer noche de amor,
y el atardecer cuando
el sol esconde sus rojos
tras la lomada.


Todo, absolutamente todo
me habla de tu presencia.

Que placer ver la hiedra
trepar la cerca disfrutando
del rocío matutino
y las buenas noches que
desean dulces sueños abriendo sus corolas
 rojas, blancas y amarillas al atardecer,
y aquel colibrí que galantea con presuroso aletear
las flores del notro.
 

Todo, absolutamente todo
me habla de tu presencia.


Sé de tu magia.
No te olvides de aquellas promesas
 que supiste hacerme en remotos pasados

una y otra vez
y regálame alitas de picaflor
que me lleven en un vuelo directo al sol,

acompañándote en este florecer
lleno de sueños y esperanzas locas,
permitiéndome volar sobre otros soles,
 siendo solamente, la brisa y yo.


Todo, absolutamente todo
me habla de tu presencia.


Sabes que mi corazón te necesita,
que convives en mí
con el sol, con el viento,
con los pájaros, con las flores…
Sabes que me haces falta.
Que nos haces falta.
Los Pájaros, las flores,
el viento, el sol
el amor y yo…
¿Viviríamos sin ti?
Yo que conozco tu magia,
sé que no,
que solo tu presencia
me permite reinventarme,
volviendo a germinar.

Canto a la primavera
     Cristina Leiva - Cris, Lacarancha





El camino de la resurrección


 ¿Oyes mis gritos?
¿Por qué estás muriendo?
No me dejes. Ven.
Vuelve, mi amor.
Vuelve a mis brazos. No
te puedes ir. ¡Ven!
 
Si tú te mueres
por la eternidad yo…
Yo te buscaré.
 
¡Muerte maldita!
Me obligas a quedar
triste y sola.
 
Nada comprendo.
Me niego a aceptar
que no volverás.
¡Vuelve! ¡Regresa
de la infame muerte!
¡Ya no puedo más!
¡Deja de dormir!
¡Levántate ya y no
descanses más! ¡No!
 
Estás tan lejos.
No te puedo alcanzar.
¿Me llevás con vos?
En el nirvana
espérame. Llegaré.
Seremos uno.
  
Paso del tiempo
que calmas mi corazón…
¿Me tienes piedad?
Hay una verdad 
que me niego a aceptar:
Que el dolor pasa.

Que mi mente se aquieta.
Que el tiempo cura.
No, no y no. Me niego

tiempo que pasas
no venciste mi amor.
No lo olvidé.
Yo solo espero que
llegue el día
de estar junto a él,
fundirnos los dos
en otras existencias
y ya no volver
y al fin de los tiempos
juntos descansar.
 
¿Juegas conmigo?
Tiempo… ¿te burlas tú?
He vuelto a reír.
 

Rio de nuevo.
Canto y bailo siempre.
Me siento feliz.
Siempre, siempre, tú
vives dentro de mí.
Sola no. Ya no.
He vuelto a reír.
He vuelto a cantar y
a seguir viva.
Al fin soy libre
de miedos, de angustias.
Camino sin vos.
Aún te quiero.
No lastima tu muerte.
La comprendo hoy.
 
Camino sola.
Me levanto, caigo, me
vuelvo a parar.
En paz espero
el día en que, ¿pronto?
descansaremos.
Esta es la senda
De la resurrección.
Después del invierno,
nuevamente el sol.
El camino de la resurrección
Cristina Leiva - Cris. Lacarancha

Sabor a mar


Dicen las lenguas de la ciencia que las lágrimas lubrican y mantienen húmedos los ojos, pero ¡que sabe la ciencia cuando analiza y estudia desde la frialdad de la física y de la química!, pretendiendo traducir en números y formulas enigmáticas los sentimientos que nos inundan el alma y que nos hacen desbordar en un llanto amargo, apesadumbrado, o en un silencioso sollozo cargado de nostalgia, o en esas lágrimas emocionadas que estallan incontrolables con la llegada de ese vibrato producto de un orgasmo pleno cuando el arco del amor frota las cuerdas del chelo que habita en el corazón.

La ciencia... ¡que sabe la ciencia cuando asegura que las lágrimas son saladas porque provienen del plasma de la sangre!; que nosotros, hombres y mujeres de este mundo somos salados.

¡Que sabe la ciencia...!, si las mías son saladas porque provienen del mar y a él las devuelvo cuando me arrimo a su orilla dejándolas caer en su regazo, y entonces se me acerca dejando a mis pies corderitos plateados que en su andar, canjeara a los cielos por gigantescos oleajes diamantinos, me acaricia con suavidad y se retira.

Sabor a mar
Cristina Leiva - Cris, Lacarancha

Déjame hacer

Déjame acariciar tu lengua con la mía y así, en ese encuentro ardiente e impetuoso, lograr que nuestras almas se liberen y vibren al unísono calmando la ansiedad.

Déjame acariciar tu boca con mis dientes... suavemente... lentamente,  en ese ritmo cadencioso  y único que preludia la danza del amor.

Déjame hacer.

Déjame hacer
Cristina Leiva - Cris, Lacarancha

Himno al amor - Edith Piaf  (Subtirulado ingles/español)