El perfume de un recuerdo


El día invita a quedarse en casa, escuchar música, leer un libro  ó mirar fotografías y recordar tiempos idos.

Me preparé un vaso de leche tibia con miel y me dispuse a revisar esa preciosa caja forrada en papel  rosa con corazones de colores cuando, revisando esas viejas fotos y escritos, encontré aquella, amarillenta por el paso de los años, en blanco y negro. Ya se me había desdibujado ese rostro que amara tanto. Era ella, mi abuela Clara,  viejita, con muchas arrugas en su cara, de aspecto dulce ... dulce...dulce.

La di vuelta y leí: 21 de septiembre de 1973, día de la primavera.

Una sensación de tibieza y melancolía me invadió: el perfume de azahares de naranjos callejeros  aromatizó mi espacio cual si estuviera allá, en el pasado, aquel 21 de septiembre.

Cerré mis ojos, inspiré muy hondo para llenar mis pulmones de ese olor penetrante, y me vi.

Era mi primer año de universidad  y había ido a visitar a mi abuela Clara. Me sentía triste, quien sabe por qué.;  ya no lo recordaba pero sabía que ese día necesitaba el calor de hogar que solamente a su lado se emitía: el mate, las tortillas calentitas recién salidas del horno, mmmmm, tan,  tan deliciosas,  la manteca y el dulce de leche, la taza de opalina blanca y el tintinear de la cucharita contra sus paredes al revolver para endulzar, y mimos... contenedores mimos, de esos que cuando  se reciben se siente que abrazan y que  al fin se puede respirar tranquila  sabiéndose protegida, querida, contenida y ese era  el momento exacto en que creía que todo dolor se esfumaba para siempre

Ella, mi abuela Clara, caminaba lento y  hablaba muy poco.

Ese día, al llegar la nochecita, sacó su sillón de mimbre a la vereda y se sentó bajo un naranjo, y mirándome a los ojos me dijo: que le pasa m'hija,  y me tomó de las manos.

Yo no pude sostener su mirada. Ella suavemente me atrajo hacia sí. Me hinqué en el suelo, a sus pies y me apoyé  sobre su falda.

Esa noche de primavera tucumana, luminosa y estrellada, de 21 de septiembre,  le conté

-Estoy enamorada, abuela.

Se desató el nudo de mi garganta y  dejé que sin vergüenza, las lágrimas corrieran por mi cara.

Ella solo acarició mi cabeza, y sonrió con ternura.

Hoy, juro que el aroma de azahares de naranjos callejeros es  el perfume de mis recuerdos que me devuelven, después de tantos años, la fragancia de esa caricia especial de mi abuela que, en ese solo gesto, me hizo comprender que entendía como nadie el dulce y doloroso sentimiento de amor que estrenaba, quizás viendo en mis ojos melancólicos y enamorados a la chiquilla de su juventud cuando también nacía al amor.



El perfume de  un recuerdo
Cristina Leiva - Cris, Lacarancha



Naranjo en flor-Jairo



Añoranzas


Sentada frente a la solitaria orilla del Nahuel Huapi, trabaja en su telar mientras su mirada se pierde, lejos, en las serenas y verdosas aguas del lago; es entonces cuando cree ver emerger de las profundidades, sus ojos... solamente sus ojos.

Ha pasado tanto tiempo... ¿Por qué aun los recuerda?... no su pelo, ni sus rasgos, ni sus labios... solo sus ojos... y su voz que la llama y la invita a acercarse.

Estira sus brazos tratando de alcanzarlo.

Abre sus manos, no llega, no llega, entonces, deja su telar vacío en la orilla y se sumerge en las frías aguas del deshielo cordillerano  y avanza, avanza lentamente y por fin llega a él.

Sólo quiere tocar las yemas de sus dedos y sentir como lentamente, ellas acarician su piel, atraviesan sus órganos, llegan a su alma donde una vez dejo su impronta como grabada a fuego para siempre y cuando siente el inmenso placer de su contacto, canta.

Canta y su voz se confunde con el suave rumor de la solas mientras se vuelve solo un punto en el horizonte, hasta desaparecer.

Sobre la superficie del lago flota, plácida, liviana, etérea, una manta: su suave edredón tejido con hebras plateadas de olvido matizadas con finos hilos destellantes de tristeza y nostalgia que la envolviera por años y hoy le devuelve ese entrañable calor que  tanto, tanto,  añoró.


Añoranzas
Cristina Leiva - Cris, Lacarancha






Conciencia


A media luz y recostado en su cama piensa en su muerte.

Sabe que su enfermedad llego a su límite y espera aunque  se siente nervioso e intenta relajarse escuchando a Mozart y con ella lograr que nazca la esperanza de sanar su alma, de aliviar su espíritu.

Su vida es como un lago estéril sin que la luna pueda reflejarse en sus aguas turbias, es como un espejismo caleidoscópico burdo y cruel sobre un abismo, sin que pueda divisar en el horizonte la existencia del cielo ni del infierno.
Su soledad es grande, su cobardía dolorosa y sus miedos... ahhhh... sus miedos... sus miedos son tan profundos.

Deambula sin sentido con un silencioso llanto sumido en sus propios pensamientos; ya se había dicho todas las palabras, se había inventado todas las excusas,  había realizado  todas las acciones.  Nada más que agregar. Nada más por hacer. Los deseos y emociones que lo invaden y los que nunca expresó, los guardaría para siempre dentro de sí.

Hoy que su vida acaba toma conciencia de que el tiempo es convencional, sin principios ni finales, que los proyectos de futuro son solo recuerdos viejos colgados en un anaquel de su memoria.

Aunque él sabe cómo nadie que ha vivido muchos “finales del mundo” se pregunta si éste, solo será uno más en su legajo.


 Conciencia
Cristina Leiva - Cris. Lacarancha

Música Medicinal de Mozart -Sonatas relajantes que alivian el alma, la mente y el cuerpo





Oblivión


Nunca había sentido la necesidad de reflexionar sobre el círculo de la vida y la muerte; ni siquiera si había un... más allá después de esta existencia.

Habría algo?...Jamás se lo preguntó. Carecía de ese espíritu inquieto que busca y busca tras las piedras sin encontrar respuestas que solo el tiempo podía brindar. Así de grande era su desinterés en este tema.

Si a la vida siempre le seguía la muerte y a la muerte, indefinidamente le seguía la vida, le resultaba totalmente indiferente. Aunque ellas, vida y muerte, muerte y vida siempre avanzaran de la mano, para él no era existencia ni tampoco inexistencia.

Esas preguntas profundas de las almas inquietas que incentivan su capacidad de búsqueda con dudas existenciales no eran suyas.

No le importaba si había respuestas a  tamaño interrogante, hasta el día en que su amor partió de su lado llevándose el corazón, la emoción, la esperanza, los días y las noches, todos los proyectos... la vida entera de la cual, nunca más volvería a disfrutar.

Así sentía el dolor de  su ausencia;  como esa desgarrada desesperanza provocada por su no creer que lacerante, le atraviesa las entrañas dejándolo como descarnado, sin permitirle cicatrizar, durante años y años y años de pensarla, de extrañarla y de llorarla.

Sin embargo una noche despertó sobresaltado. Quiso recordarla para dormirse entre sus brazos como antes y no encontró sus ojos, ni su sonrisa, ni su mirada.

 Su mente vacía de recuerdos lo alteró.

 Se vio sentado sobre una cornisa  viéndola partir, de espaldas a él, alejándose lentamente sin volverse a mirarlo. Y eso, ¡cómo le dolió!

El, sentado sobre esa orilla, muy alto, con sus pies colgando al vacío desde donde  podía ver todos los caminos, y se aterró al reconocerlo ante sí, también podía ver claramente, el camino del olvido.

 ¡Como hubiera deseado en ese momento creer en otras existencias para que su vida siguiera con la esperanza de un reencuentro, pero, no podía ya  recordar el sonido de su voz, ni de sus risas y recién allí comprendió que con ese olvido, la muerte  al fin la había alcanzado.


 autor de la pintura:  @Kuroro 97

Oblivión
Cristina Leiva - Cris, Lacarancha

Oblivion de Astor Piazzolla / Animación Ryan Woodward




Érase una vez un Pehuén

En medio de la noche la montaña deja su silencio para emitir un gutural rugido cargado de inmensidad... de vacío... de dolor... y con ese rugido profundo que revela su lamento, me llama; me busca alrededor de sus lagos, en la proximidad de sus volcanes, en toda su cima cordillerana.

Acurrucado, desde abajo observo lo que acontece y me entrego mansamente a un diálogo conmovedor e íntimo con la naturaleza. La  inmensa soledad dibuja en mi espíritu piruetas que recorren todo mi ser llegando hasta mi alma y es entonces cuando me pregunto si yo como ella, seremos frutos de un mismo ser fecundados en un rato de nostalgia.

El viento refresca mi cara y de repente se enfurece haciéndome doblar el cuerpo, obligándome a  besar la tierra, hasta que la noche rompe su oscuridad con el fulgor de un rayo que recorre los cielos directamente hacia mí. Siento un dolor estremecido que recorre mi cuerpo,todo. 

.Me acurruco y tiemblo, mis pies me mantienen sudoroso y lastimado, sin poder huir pero yo no quiero escapar; parece que caigo, que me dejo vencer, que me voy, que el viento me lleva,pero recupero mi ánimo, enfrento  la tormenta que pretende doblegarme  y los rayos que me hieren y el agua que me ahoga y el fuego que me quema y, con esfuerzo, me yergo.

Junto con la mañana despierto de mi sueño de hielo e historia recibiendo en mis hojas más altas, el primer rayo de luz que con su calor me predice días de gloria.

Todo el paisaje sabe que soy el único con derechos a conocer los secretos de natura, porque sus dioses viven en mi follaje y el mecer de mi copa no hace vano el recorrido de la vida.

Y agradecido…ofrendo un piñón.
Érase una vez un Pehuén
Cristina Leiva - Cris, Lacarancha

Franz Liszt - Consolation Nr. 3 



Plenilunio

Extraña nochecita la de hoy. La luna está en su mejor fase. Plenilunio. Iluminación plena.

Me observo al espejo sin reconocerme. Me busco en su reflejo y no me veo; su luna me devuelve otros ojos que no son los míos.

Unas pupilas detrás de otras surgen burbujeantes, a borbotones, como brota el agua fresca de una vertiente.

En el preciso instante en que el ángulo de elongación de nuestro satélite es de 0º,  mi nivel de conciencia se abre en una gigantesca horqueta y es entonces cuando en mi espejo se unen los ojos de mi bis abuela... los ojos de mi abuela... los ojos de mi madre... mis propios ojos... los ojos de mi hija…los ojos de mi nieta entretejiendo sus miradas con historias de otras épocas de dulzores y de penas y azorados, pretenden escapar de esa fotografía mental en la que están atrapados en los míos, desde el más remoto de los pasados,  al presente y al futuro, ávidos por romper sus cadenas dispuestos a cumplir cada uno son su misión de experiencia y de porvenir.


Plenilunio
Cristina Leiva - Cris. Lacarancha