Me llueve


 Me llueve.
Mi cuerpo, mi universo
por dentro y por fuera
me llueve
y poco a poco se desgrana
surcando mi senda con filosos,
oscuros trocitos de perversión.
Y me  llueve.
Y me llueve.
Y miro a Calu con su pequeño cuerpo
pálido y saneado
que parece suspendida de los hombros
entre los broches de un tender
que con esfuerzo se eleva alto
y con un hilito de voz
se hace oir
ante un compacto muro de periodistas
me llueve.
Me llueve.
Pero de su coraje nace un arcoíris
que nos abraza a todas y
en mi para la lluvia.

Y Thelma me llueve
Y los intoxicados dedos de juan que la vulneran
me llueve.
Su desamparo me llueve
y su No resonando en la oscuridad,
que me atraviesa de la cabeza a los pies
y me estremece… también me llueve…
Me llueve.
Me llueve.
Pero de su templanza brotan
los colores del arcoíris
que nos abraza a todas y
en mi para la lluvia.

Y escucho opiniones desvalorizantes,
burlonas, incrédulas
riendo y cuestionando el atrevimiento joven de decir
No  es no.
Y me llueve.
Y me llueve.
Y así,
me llueven los ojos
que ya no reflejan mi mirada.
Y me llueve la boca
que ya no dibuja mi  sonrisa
y mis palabras se ahogan silenciosas,
pequeñas,
indefensas
en un mar invisible de impotencia.
ante la misoginia de nuestro mandatario
Y me llueve.
Y me llueve.
Y Juan
me llueve.
Y Marcelo
me llueve.
Y Miguel
me llueve…
Me llueve.
Me llueve.
  
Me llueven los pechos.
que ya no manan leche…
manan agua…
agua salobre.
Pero de los brazos de mujer
cálidos y contenedores
se multiplican los  colores del arcoíris
que nos abraza a todas y
en mi para la lluvia.

Me llueve el corazón, el alma, los recuerdos…
Me llueven los días, las noches, la luna, las estrellas.
Me llueve el sol.
Todo me llueve.
Me llueve el vientre y aquel nido de pájaros
que  albergó con mi cálido amor, sin prisas,
a mis pichones que ya no están,
que levantaron su vuelo.
Me llueve mi fuente de la vida que ya no da vida.
Me llueve.
Me llueve.
Pero del pecho de miles de mujeres
valientes y comprometidas
manan cientos de arcoíris
que nos abrazan a todas y nos levantan
y en mi para la lluvia.

Y sigo desandando mi camino
desde el patio trasero de mi casa
hasta la confluencia del Limay y del Negro
con mi bamboleado mecimiento  al andar
lento,
pausado,
cansado…
mientras la sombra de los árboles
se esconde de mi.
Y me llueve.
Y me llueve.
Me llueven los pies
y mis pasos se licuan
bajo el sol abrasador de este mediodía
iluminando mi senda con un agua salobre
formada de penas,
de lágrimas
de nostalgias
de injusticias
de mentiras
de desamparo
de verdades escondidas
de silencios cómplices
de olvidos
de bosquejos de sonrisas…
y me llueve.
Me llueve.

Y al llegar a la unión de los ríos,
ya evaporada, me despido.
Pero un grito gigante produce un estruendo
que empuja, que levanta, que arde
que moviliza desde los cimientos
desde mil años de oscurantismo hasta el hoy:
Mira como nos ponemos
Mirá como nos ponemos
Mirá como nos ponemos…
que su ímpetu me impulsa
a levantar mi puño
y continuar.
Me llueve
Cristina Leiva - Cris. Lacarancha

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