Se levantó tan triste. Su soledad se hacía sentir como nunca
antes.
Se miró al espejo con curiosidad
y dolor, desconociéndose.
Una lágrima rebelde había
logrado escapar de la celda en que la tenía
atrapada...encerrada... sin salida... sin permitirle ver la luz y desafiante,
recorrió un suave y armonioso camino hasta depositarse en la comisura sus
labios dejándole su sabor salado y amargo.
Su propio reflejo, conmovido,
atravesó el espejo y extendiendo una mano lentamente y con un movimiento dulce y
suave le levantó el mentón, le enjugó la lágrima, le puso rubor a sus pómulos,
le pintó los labios de rojo y dándole un cariñoso golpeteo en sus mejillas le
dijo:
- Sal. Deja que el
sol bañe tu rostro. Sonríe. Conquista tu día. ¡Vamos que se
puede!
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