Nada conmovía sus sentidos:
Ni el vuelo de los cóndores, con sus planeos perfectos y serenos, ni el del águila, majestuoso y preciso con sus alas abiertas en absoluto equilibrio, ni tampoco los vistosos lupinos que embellecían el paisaje con sus colores tan alegres, ni las verdes aguas del Limay.
Sentado a orillas del rio solo disfrutaba del viento fresco que lo despeinaba y absorto admiraba diariamente el paso de los loros barraqueros a los que ese hombre ciego jamás se cansaba de escuchar.
Disfrutando a orillas del Limay
(Cristina Leiva - Cris, Lacarancha)
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