El nido

Cuando nací  las hadas me regalaron un nido que guardaron en mi corazón. Un nido con pichones tan pequeñitos como yo.

Crecí orgullosa pensando que era la única que había recibido semejante regalo y que cuando fuera grande tendría mis propios pájaros y que con ellos levantaría vuelo alto, muy alto y sentiría en mi rostro el aire fresco de la libertad, pero a medida que iba creciendo, ellos también lo hacían más rápido y más grandes, mucho más que yo  y pujaban por salirse de mi pecho. Esto me hacía sentir oprimida porque no podía respirar. Ellos  iban ocupando todo el espacio dejándome sin corazón, sin aire, sin luz.

Pero era mi nido con mis pichones y yo los acariciaba y quería cuidar. Los protegía para que nadie al descubrirlos los contaminara. Yo quería que fueran hacedores de paz y por eso los mantenía en mi pecho pese a mi opresión.

Un día dieron un tremendo estirón, casi se me escapan por los ojos.

Justo justo coincidió con la matanza  de mi  hermano. Los acaricié y les dije: calma. Ya pasará y saldremos juntos a volar.

Y así, pasando los años, un día desapareció Santiago y al otro encarcelaron injustamente a Milagros, después quedaron cientos y cientos de jóvenes sin trabajo, al siguiente  desaparecieron sus derechos, y ganó el olvido o la indiferencia o el hastío o quizás sea la desesperanza, aun no lo sé.  

Los pichones ya no cabían en  el nido. Los sentía  enormes revoloteando dentro de mí queriendo salir y la cavidad en mi pecho era tan pequeña que el aletear de sus alas me lastimaba. Pero yo, no quería dejarlos salir.

Y asi fue que amaneceres con frío y sin gas, anocheceres sin luz, largas jornadas con hambre, sin sueldos, sin el refugio de una vivienda estos pichones que por tanto tiempo guarde en mi interior se transformaron, alimentándose de violencia, crecieron crecieron crecieron y ya no pude sujetarlos más.

Escaparon, tomaron las calles, consiguieron armas, y los culparon de violentos y vino el gato que, sazonados como deliciosos bocaditos de crueldad adornados de mononos copitos profanos se los comió en la temporada de pichones.



El nido 
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Cristina Leiva - Cris, Lacarancha


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