En este instante de
relajación y tranquilidad puedo comprender la concepción del universo todo...
del paisaje de los astros y sus satélites latiendo al unísono en perfecta
armonía entre la tranquilidad y el caos, entre la oscuridad y la luz, entre el
sonido y el silencio absoluto, total...
Y en esta contemplación de
la realidad que me circunda, llego a entender el por qué en ese espacio
infinito que admiro, que me intriga, me subyuga e inquieta, hay una... dos...
mil lunas diferentes que se encuentran allí, en el cielo, a cuarenta mil
yojanas de distancia y más, pero pese a ello, sus reflejos aparecen siempre
misteriosos, melancólicos, insinuantes... muy excitantes, tanto en las briosas aguas
que brotan de una cascada como en la paz dulce y serena de un lagunar.
Y al entender este concepto
de integridad universal, comprendo al fin con mi propia vida, una realidad que
no supe ver, y me siento satisfecha.
He descubierto el misterio de mi propia creación... de
quien soy... que hago... para que estoy... asimilando definitivamente que el
universo vive en mis ojos, que mi cuerpo es el universo con todos sus
sonidos... sus silencios... sus luces y oscuridades... con sus soles... con
todos sus satélites que me invitan a viajar solo con desearlo, cerrando mis
ojos y abriendo mi alma y mis sentidos a distintas emociones, por todas mis
lunas posibles, desde Phobos, que visito cuando me invaden mis miedos y me
inclino a mi propia destrucción, hasta Europa, donde me dejo llevar en la
exaltación de los fuegos del amor pero siempre, al reencontrarme a mí misma y
hacerme cargo de mis circunstancias, inmediatamente mi mejor luna vuelve a
reflejarse en mis aguas sosegadas y mansas, regalándome serenidad.
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