Phobos


Durmió 20 años de corrido, sin tener ningún movimiento, ningún pensamiento, ninguna experiencia ni emoción que la hicieran vibrar, cuando él apareció insistente y se sentó a sus pies. 

Encendió una hoguera muy débil, pequeñita y tímida, pero cuando ese fuego se hizo mas intenso, ella despertó. 

Sus ojos lo miraban con curiosidad y su piel se calentaba comenzando a sentir un olvidado cosquilleo que le subía desde los dedos de sus pies a su cabeza, mientras el recorría su cuerpo, sin tocarla.

Solo su mirada y su respiración cercana la inquietaban. 

En un breve instante de lasitud le dijo

 - Me llevas a la luna? 

El le tendió las manos, la cargó en su corcel y emprendieron el viaje en una insinuante y prometedora cabalgata estelar durante 7 horas y ella ofrendó toda su confianza y deseos a su caballero de ensueños.

Al llegar la bajó con delicadeza y con la promesa de que allí estarían juntos por toda la eternidad, la apoyo contra las rocas de un acantilado haciéndola sentir acorralada, cercada por esa mirada penetrante y lasciva que la mantenía cautiva , y su voz susurrante y lujuriosa en su oído la hacía temblar de placer anhelando con desesperación una caricia abrazadora que nunca llegaba. 

La invitó a un juego de amor que auguraba sumo placer, sobre el que no tenía ningún conocimiento, para el cual no estaba preparada pero que, ante la excitación del momento ansiaba conocer. 

Así vivió un amor de sometimiento de miedo, de dolor, pero con cada beso largo, profundo, desgarrador e intenso acariciando sus lenguas, mordiendo sus labios con ímpetu y extrema rudeza, decidía seguir esperando esa sensación lacerante, pero tremendamente excitante hasta que un delicado hilo de sangre brotara tenue de sus bocas, bebiéndola con fruición. 

Solo así eran transportados, por fin a un orgasmo pleno que los dejaba lasos, en calma, por fin en paz. 

Ella se sabía muy enamorada, pero ese amor, con el paso del tiempo se volvía más intenso y violento; lastimaba tanto que dejaba sus huellas en el cuerpo y en el alma, dejándola mas sometida aún, sin voluntad, sin criterio propio. 

La angustia y el temor la iban minando. El juego de amor era perverso, sádico, masoquista, pero, pese a lo tenebroso, muy excitante. 

¿Hasta cuando duraría?¿Cuanto tiempo mas podría continuar si ella misma esperaba con ansiedad que el pusiera sus manos sobre ella, esa cinta suave y perfumada anudada a su cuello hasta quitarle la respiración, hasta perder la conciencia? 

Estando casi sin sentido, se daba cuenta que esta no era la luna de sus sueños ingenuos e inocentes que la ilusionaban, esa luna hermosa, plateada y luminosa que reflejaba su cara en las aguas.

Esta luna era Phobos: oscura,  fría, rocosa donde el miedo era cada vez mayor. 

Se estremeció y se sintió muy pequeña. 




Phobos
Cristina Leiva - Cris, Lacarancha



The Piano Duet (Danny Elfman)



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