1
¡Vete paloma!
No tienes en tu pico
brotes de laurel.
¿Ya no los llevas?
Ven. Ábreme el pecho y
deja que nazcan
verdes, esperanzados
capullos de ternura,
paz, justicia y razón.
2
¿Hiciste algo?
¿Lo hice yo? ¿Tú? sólo
terror… y terror.
De la noche al día mi
paisito débil y
pequeñito, con miedo.
3
Las ideas no
se matan nunca, ¡Jamás!
¿Será una verdad?
¿Lo sabes tú? Yo lo sé.
De primavera
a invierno treinta mil
vidas se fueron.
Con mis propios ojos yo
¡Yo las vi pasar!
Con ocultos suspiros
desaparecieron
4
Aquellas almas
que arrullaron vidas
hoy muertas, y errantes
aún ves pasar,
son aves sin alas, sin
sol, sin voz, con frio,
famélicas, áridas
buscando justicia y paz
5
¿Oyes los gritos?
Los suyos, los de aquellos.
De las profundidades
escapan como
el agua prisionera
en una sequía.
Y aquel otro grito, lo
escuchas? Ese
grito es tuyo, es mío.
Son lamentos sin final.
Inaudibles clamores
que rompen el silencio
del vacío infinito.
6
¡Enviado de dios
devuélvenos sus vidas!
Yo te maldigo.
Devuelve los fulgores
a las vidas de
las madres, las abuelas
Devuelve hijos,
nietos y vidas de luz
¡Ya! ¡Ahora! ¡Te lo
exige mi alma, mi ser
desfallecido!
Que el frío me congela,
¡Vil asesino!
Llenándome el alma de
profundas cicatrices.
7
Este dolor que aún
siento ¿Es por mi culpa?
No, pero deseo
desterrar mis odios y
de nuevo volver
a reír, a cantar, cuando
alguna primavera
me visite de nuevo.
8
Si buscas la verdad
de estos cuentos de terror
tras fríos, inaccesibles
muros cuadrados,
la ves y las soslayas,
pobrecita tu
alma ciega, gélida,
muerta, perdida
en la densa neblina
etermamente.
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