Érase una vez un Pehuén

En medio de la noche la montaña deja su silencio para emitir un gutural rugido cargado de inmensidad... de vacío... de dolor... y con ese rugido profundo que revela su lamento, me llama; me busca alrededor de sus lagos, en la proximidad de sus volcanes, en toda su cima cordillerana.

Acurrucado, desde abajo observo lo que acontece y me entrego mansamente a un diálogo conmovedor e íntimo con la naturaleza. La  inmensa soledad dibuja en mi espíritu piruetas que recorren todo mi ser llegando hasta mi alma y es entonces cuando me pregunto si yo como ella, seremos frutos de un mismo ser fecundados en un rato de nostalgia.

El viento refresca mi cara y de repente se enfurece haciéndome doblar el cuerpo, obligándome a  besar la tierra, hasta que la noche rompe su oscuridad con el fulgor de un rayo que recorre los cielos directamente hacia mí. Siento un dolor estremecido que recorre mi cuerpo,todo. 

.Me acurruco y tiemblo, mis pies me mantienen sudoroso y lastimado, sin poder huir pero yo no quiero escapar; parece que caigo, que me dejo vencer, que me voy, que el viento me lleva,pero recupero mi ánimo, enfrento  la tormenta que pretende doblegarme  y los rayos que me hieren y el agua que me ahoga y el fuego que me quema y, con esfuerzo, me yergo.

Junto con la mañana despierto de mi sueño de hielo e historia recibiendo en mis hojas más altas, el primer rayo de luz que con su calor me predice días de gloria.

Todo el paisaje sabe que soy el único con derechos a conocer los secretos de natura, porque sus dioses viven en mi follaje y el mecer de mi copa no hace vano el recorrido de la vida.

Y agradecido…ofrendo un piñón.
Érase una vez un Pehuén
Cristina Leiva - Cris, Lacarancha

Franz Liszt - Consolation Nr. 3 



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Lectores opinando