Añoranzas


Sentada frente a la solitaria orilla del Nahuel Huapi, trabaja en su telar mientras su mirada se pierde, lejos, en las serenas y verdosas aguas del lago; es entonces cuando cree ver emerger de las profundidades, sus ojos... solamente sus ojos.

Ha pasado tanto tiempo... ¿Por qué aun los recuerda?... no su pelo, ni sus rasgos, ni sus labios... solo sus ojos... y su voz que la llama y la invita a acercarse.

Estira sus brazos tratando de alcanzarlo.

Abre sus manos, no llega, no llega, entonces, deja su telar vacío en la orilla y se sumerge en las frías aguas del deshielo cordillerano  y avanza, avanza lentamente y por fin llega a él.

Sólo quiere tocar las yemas de sus dedos y sentir como lentamente, ellas acarician su piel, atraviesan sus órganos, llegan a su alma donde una vez dejo su impronta como grabada a fuego para siempre y cuando siente el inmenso placer de su contacto, canta.

Canta y su voz se confunde con el suave rumor de la solas mientras se vuelve solo un punto en el horizonte, hasta desaparecer.

Sobre la superficie del lago flota, plácida, liviana, etérea, una manta: su suave edredón tejido con hebras plateadas de olvido matizadas con finos hilos destellantes de tristeza y nostalgia que la envolviera por años y hoy le devuelve ese entrañable calor que  tanto, tanto,  añoró.


Añoranzas
Cristina Leiva - Cris, Lacarancha






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