¿Has sentido miedo
alguna vez?... pregunto por ese miedo real, intenso, que te corta la
respiración, ese miedo que te congela la sangre.
¿Sabés de verdad
lo que es el miedo?
El miedo para mí,
no es estar en mi cuarto e imaginar figuras de monstruos que toman vida desde
la tenue vislumbre que entra por mi ventana.
El miedo, para mí,
no son las siniestras sombras que pinta la luna entre las hojas de los árboles
que erguidos, custodian las almas que
habitan esas calles solitarias y silenciosas.
El miedo, para mí,
no es destaparme los pies mientras duermo, ni sacarlos fuera de la cama durante
la noche y tener la sensación, el presentimiento de que alguien o algo, no sé
qué, los atrapará.
No.
El miedo para mí,
el que siento el que huelo el que respiro el que me aterroriza y paraliza el
corazón, es el que tengo ante el silencio absoluto en total soledad cuando él
se me acerca y nadie nadie nadie puede percibir el pánico que mi rostro expresa,
ni ver el precipicio que avizoran mis ojos, ni escuchar el mudo aullido de mi
garganta.
El miedo para mi
es ese ¡Puta! que perfora mis oídos hasta estallarlos en mil pedazos.
El miedo para mi
es sentir su peso sobre mi cuerpo y que con sus manos abra mis piernas y mi
vulva, y entre dentro de mi.
El miedo… el miedo
para mí, es el sonido sibilante de su cinturón cuando se estrella en mi espalda
desnuda, el golpe que cruza mi rostro con su puño cerrado y aprieta con fuerza mis mejillas abriendo mi
boca enfrente de la suya introduciendo su lengua enervada y oscura… tan oscura
como la sangre coagulada que… después de mi mordida, y el golpe en la cabeza que le di con aquella
nudillera de acero que por un piadoso
milagro pude quitar de su bolsillo buscando desesperadamente, a ciegas,
defenderme, dibujara un siniestro sendero entre su boca y mis pechos, entre su
violencia y mi profanación.
Lo maté y quedé
allí, a su lado. Muda. Quieta. Sorda. Mirando a la nada.
Miedo es el que
sentí cuando aquella jueza mirándome a los ojos con su sonrisa tan helada y
siniestra como la muerte, preguntó
–“¿Cerró bien las
piernas? ¿Cerró toda la parte de los órganos femeninos?”
Miedo es el que
sentí cuando me di cuenta de que mi universo era oscuro y profundo… y abría sus
fauces… y me tragaba.
Relato ficticio creado desde la indignación
e impotencia después de leer en “La Izquierda Diario – digital”
[¿Cerró bien las piernas?…
Esa fue la pregunta de la jueza de
Violencia de género de Vitoria a una víctima de agresiones sexuales. La
asociación Clara Campoamor denuncia a la magistrada por tratar ofensiva e
indignamente a la mujer.
Durante el interrogatorio, que fue
grabado en vídeo, la jueza María del Carmen Molina Mansilla preguntó en varias
ocasiones a la víctima si había opuesto resistencia a las agresiones,
planteándole directamente “¿Cerró bien las piernas?, ¿Cerró toda la parte de
los órganos femeninos?" Preguntas fuera de lugar que culpabilizan a la
mujer de no hacer lo suficiente para impedir la violación.
La
humillación, la desprotección y un largo proceso judicial son algunas de las
causas por las que muchas mujeres víctimas de agresión o maltrato deciden no
denunciar porque vuelven a convertirse en víctimas, en esta ocasión de la
violencia institucional. - 2 de marzo
2016
Sentir miedo
Cristina Leiva - Cris, Lacarancha
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